EL ORGULLO DE SER RAFAELINO

Muchas veces escuché que lo más difícil de estos reconocimientos públicos es que lleguen en tiempo y forma o por aquello de que, nadie es profeta en su tierra; como fuere algo de razón tienen esos dichos urbanos, sin embargo en mi caso, debo admitir que me sorprendió primero, el carácter formal del decreto de tal mención, la calidez de los fundamentos de todos los ediles que hicieron uso de la palabra, la presencia de colegas, amigos y la emoción que embargó también, a toda mi familia allí en ese recinto sagrado de la democracia.

Además, quiero destacar la espontánea presencia del Intendente Leonardo Viotti que, con una parte de su gabinete, se sumaron para acompañar el agasajo y perpetuarlo institucionalmente.

Esta actividad pública en la que me desempeño desde principios de los 80, me ha permitido una formación que ha complementado ese don natural para la comunicación, legitimando el acceso a las oportunidades que la vida y la profesión, me fueron presentando. Cuando uno echa el tiempo atrás, empujado por estos homenajes ve una huella profunda marcada por el esfuerzo personal y las nutritivas muestras de afecto y contención del entorno familiar, otro de los pilares en los cuales se afirma.

Una vez alguien me dijo cuando cursaba en la escuela técnica Guillermo Lehmann de Rafaela, mi formación como Técnico Electromecánico, que le había errado de carrera, que lo mío era otra cosa y no se equivocó en su percepción. Todo lo que vino después se correspondió con ese vaticinio y alimentó en general con buenos sucesos, esta carrera de la que hoy mi ciudad a través de sus representantes, encuentra un mérito para subrayar.

Lo recibo con emoción, con humildad y con un gran sentido de la responsabilidad que me genera saberme observado con la expectativa de no defraudar preceptos y de no claudicar frente a los embates de la debilidad humana, esa que convive con todos, permanentemente y en la profesión que fuere.

Es deseable que en lo que me quede por transitar en los medios, pueda seguir honrando estos gestos colectivos y mis propias reglas que se apoyan en principios adquiridos en la militancia profesional y en el decoro que toda persona publica, debe perseguir para no defraudar la confianza de la comunidad.

Como decía un amigo, que siento me ha saludado desde el cielo estos días: “espero seguir siendo digno”.

Gracias Rafaela, mi ciudad, mi lugar en el mundo….